Unas veces porque hay luna y otras porque no, cualquier excusa es buena para que un esperista encuentre motivos suficientes para que ataviado con sus artes, se lance al monte en busca de sensaciones que sólo las da la noche.
Muchos son los libros publicados sobre esta materia, pero ni juntándolos todos en un único fascículo, podríamos definir lo que siente el esperista en el monte enfrentándose cara a cara a estos animales;
inteligencia, astucia, descaro, desfatachez, prudencia, tosquedad, valentía y un sin fin de cualidades que les hacen ser verdaderos catedráticos del campo.
Todo esto y mucho más hacen que cada vez que abatimos un jabalí en espera, parece que superemos un examen de la más prestigiosa universidad, llenándonos de satisfacción, independientemente del trofeo obtenido, ya que aunque por lo menos en teoría, no salgamos buscando el cochino de nuestra vida;
el lance perdurará en nuestra mente y lo recordaremos tal cual lo vivimos y el mejor de nuestros lances superará al mejor de nuestros trofeos.
Quisiera dedicar este artículo a todos los "lunáticos" y que procuremos cazar a este animal con todo el cariño y respeto que se merece.