lunes, 17 de febrero de 2014

MONTERÍA EL RÍO, BIENSERVIDA


La imagen lo dice todo, es un privilegio poder disfrutar de entornos como este, naturaleza, caza salvaje y rodeado de amigos, no se puede pedir más, inolvidable para nuestra memoria.

El pasado sábado 15 de febrero tuve el placer de regresar a tierras Albaceteñas, a Bienservida, concretamente. Aquí siempre me encuentro como en casa. Buena gente nos recibe siempre, da gusto levantarte temprano para dirigirse a estas tierras.

Se monteaba la mancha del Río, última para esta sociedad esta temporada; mimada y muy cuidada, para despedirnos bien, y así fue, por lo menos en mi caso, que tuve el placer de jugar un lance sobre tres cochinos, con resultados satisfactórios, la suerte estubo de mi lado, y de algunos más, cobrándose una veintena de jabalíes con dos bocas destacables.

Cuarenta, como los cuarenta ladrones de Alí-Baba, fuimos los monteros que le robamos a estas sierras parte de su fruto, pero muy orgullosos, ya que desde nuestros antepasados primitivos, el hombre siempre ha cazado para lograr su supervivencia y evolución, rindiendo culto a los animales abatidos. Eso mismo realizamos los cazadores actuales, convirtiéndolo en un deporte de pasión y respeto.

La mancha en cuestión tiene una considerable extensión, más de 600has. batidas por cuatro rehalas curtidas en estas sierras, el Jaro nos acompañaba en esta jornada.
Nada más soltar la rehala de José, hizo un agarre muy cerca de mi puesto. Las ladras y carreras sobre los machos monteses que abitan esta zona, nos hacían subir la adrenalina, esto sólo lo produce la montería.

La mañana iba transcurriendo con pocos disparos, pero como sorprendentemente después se demostró, muy certeros. La gente estaba fina, aprovechando cada lance. Se notaba que esto se acaba y hay que esmerarse.

Las previsiones se cumplieron, pero aun supo a poco, todos queremos más, sobre todo los que no tiraron. Pero estas sierras, tan difíciles de cazar, no son para aficionados y la caza nunca es previsible con sus encames, comiendo en una zona, y encamándose a varios kilómetros. Caprichosos estos animales, vaya.

Recogida de reses, y comida en lo de Silvent, abrazos y hasta el año que viene.

Benjamín preparando el sorteo.

Todos impacientes.

Almuerzo entre compañeros.


El ritual de la sardina tuvo su fruto.
Los de Carlos el  malagueño.
Los míos.

El de mi hermano.

Vista desde mi puesto, traviesa del barranco del cuervo, nº 5.








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